viernes, 31 de octubre de 2014

HALLOWEEN

Voy caminando por la calle, es otro día gris. Me gusta esta soledad autoinducida, mi panorama es lúgubre pero no me quejo, cargo deseos de beber.
Apenas he salido de casa y ya me he topado con quince niños tontos que bailan al son de una pulla repetitiva y absurda que nada tiene que ver con su cultura. Se les ve contentos sin reparar en que mañana les dolerá el estómago y se les pudrirán los dientes. Odio su energía insana.
Vuelvo el rostro, me coloco los audífonos. Hoy escucho música criolla, a pesar de que sólo la escuche por este día y sabiendo que me entrarán ganas mayores de beber. No importa. Le hago guerra silenciosa a la muchedumbre. Sonrío desquiciada riéndome de una situación que sólo yo entiendo.
Cruzo la calle, tres niños visten de negro, simulan a la muerte contentos. ME hace preguntar si cuando mueran sus padres, sus hermanos o ellos mismos, también sonreirán.
Otros van de princesas y caballeros, aunque nunca hayan visto alguno real. Quien no quisiera el ánimo de un niño.

Sigo caminando y veo tres señoras quejándose porque un hombre se niega a entregarles dulces para sus hijos. Me quedo observando, el hombre les recrimina que le enseñen cosas tontas a sus hijos en lugar de ponerlos a estudiar, las viejas brujas casi se le van encima. Es un cuadro gracioso, desearía traer una cámara para registrar la estupidez humana pero luego recuerdo que puedo encender el televisor por la mañana o ver el periódico al día siguiente. Repudio a la gente estúpida, pero nunca importó tanto como ahora. Subo el volumen de la música y continúo mi camino. Probablemente termine bebiendo a la salud de un día que detesto.

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