Llevo la voz dentro de mí y mis
ganas de lograrlo todo pesan en los huesos. Estas costillas ya no sienten ganas
de fluir, porque se cansaron de mantenerme las entrañas y mi pulso sólo quiere
dormir. En esta, su noche de insomnio; lleva tiempo a la deriva y se le van
cayendo los demonios.
Me mantengo despierta aun cuando
voy cansada de hacerlo, en este claro de arena, y tres vasos de sangría no
logran acunarme, si no me alcanza para el whisky por lo menos he de
emborracharme. Pero es incierto, aunque los días cíclicos y las noches vacías;
nunca con tantas ganas de arrancarme las ojeras y los tatuajes que parecen
mirarme con obstinación en burlas de a de veras.
Cada segundo transcurrido es un
grito de agonía, si tengo miedo de que la lluvia no voltee a mirarme aun
cuando yo sólo me dedique a enamorarle y
siempre termine dibujando una lágrima en mi mejilla.
Cómo he de parar, si he cruzado
el umbral del absurdo, que fácil es perderse en un mundo soñado hace mucho, cuando
sonrío frente al espejo y no trato de hacer más que sobrevivir desde lejos. Porque
el aire es hielo que corta mis pulmones y mis cigarrillos no hacen más que
empeorarlo, quién puede arrancarme los dolores? cuando mis ojos se niegan a
cerrarse y mis pies caminan en automático, las canciones y locuras de antes que
ahora vuelan en instantes tácitos.
La melancolía que se viste de
gala haciéndole reverencia a mis pestañas cuando se justifican los ayeres que
sólo esperan a que despiertes, y una realidad tirana va saboteándote las migas
de un sueño que adolece. Va oscureciendo, la brisa te revienta el diafragma y
nunca entiendes como deshacerte de la resaca; pero sigues, a paso de obstinación,
de capricho, prefieres subirle el volumen al rock para acallar los entredichos,
nunca amables, jamás oídos.